¿Industrialización versus turismo?

¿Industrialización versus turismo?

[05/09/2017]

Con frecuencia se oyen opiniones de políticos, tertulianos y todólogos varios sobre la necesidad de cambiar el modelo productivo de nuestra economía, caracterizadas por el denominador común de la frivolidad y de la falta de argumentación y de análisis mínimamente rigurosos. Se apoyan en tesis aparentemente serias pero exentas de un estudio reflexivo, y en caso de que se defiendan con algún tipo de prueba se formulan de manera genérica, a modo de juicios intuitivos, algunas veces cercanos a la temeridad.
Se destaca que la actual estructura económica proyecta un modelo que padece fuertes desajustes y que, respecto al empleo, causa graves problemas, como la precariedad, el envilecimiento salarial y la pérdida del estímulo profesional, a lo que hay que sumar la decadencia en las actitudes y capacidad laboral. Todo ello -que ya es mucho- contribuye a ampliar el gran problema estructural de nuestra sociedad, el fuerte desempleo que se alcanza hoy, con cifras del entorno de tres millones y medio de desocupados.

Creo que es intolerable mantener un porcentaje de desempleo superior al 17%, una situación totalmente rechazable, sobre todo si lo único que se hace para resolverla es lamentar la desastrosa crisis pasada. El reiterado gimoteo, exento de verdaderas actuaciones resolutorias, no ha ido acompañado de auténtica creación de oportunidades que resolvieran, o al menos redujesen en la medida de lo posible, ese nivel de paro causante de tantos problemas de naturaleza económica y con lamentables efectos sociales añadidos.

Se defiende que hay problemas estructurales que demuestran la incapacidad para mejorar el modelo productivo español, y se insiste en que continuar con este modelo no permitirá la recuperación económica ni la mejora del empleo a medio plazo. Para ello se identifican, con sofismas, cuatro razones, manejadas, a mi juicio, de manera errónea e interesada. Se habla de la supuesta incapacidad industrial del modelo, del reducido esfuerzo hacia los procesos de I+D+i, del exceso de influencia de sectores terciarios como el turismo y de la baja competitividad y productividad en sectores estratégicos.

Creo sinceramente que estas cuatro consideraciones son absolutamente incorrectas y prácticamente falsas. Primero, respecto a la infundada debilidad industrial, hemos de saber que en Alemania, líder mundial, la industria supone en 30,5% del PIB, seguido por el 26,7% de Argentina y el 28% de Australia. España, con el 23,3% está muy cerca de la media de la UE, el 24,4%, y por encima de Francia, 19,4%, Reino Unido, 19,2% y EEUU, 19%. Los porcentajes son elocuentes y ponen de manifiesto la importancia de los sectores industriales en el marco de la estructura económica española, por encima de países con economías modélicas o muy desarrolladas.

Con relación al segundo pecado, es exagerado continuar hablando del reducido esfuerzo investigador español ignorando nuestra presencia en los más avanzados proyectos de investigación y puesta en valor de altas tecnologías. Aun así, es cierto y lamentable que nuestros porcentajes de I+D+i son todavía reducidos y que España, a pesar de su economía fuertemente endeudada y deficitaria, debiera redoblar ese esfuerzo. Pese a ello, no cabe duda de que ocupamos un lugar avanzado en numerosos sectores de la innovación y el desarrollo.

Pero la crítica más encendida debe hacerse a quienes atacan al modelo productivo actual escogiendo al turismo como el mayor de sus males. Sin duda es la falta de conocimiento sobre el significado real del turismo lo que les hace moverse en una nebulosa de verdades a medias. Sus análisis son desafortunados tanto en lo ambiental como en lo cultural, social y político. Quizá la naturaleza del turismo, un sistema poliédrico complejo, es lo que distancia esos análisis, atentos solo a la reprobación, la acusación falsa y la sátira mal intencionada, de la realidad. Ignoran, incluso, que el progreso y el desarrollo, que han originado los profundos cambios en los sistemas económicos, se deben especialmente al reconocimiento que se ha hecho de la terciarización de las economías, donde el disfrute de los servicios se impone y crece, lo que exige aumentos más sensibles, por encima de las demás actividades productivas.

También hay que negar que el turismo haya de ser el sector de las camareras, chóferes y botones. El futuro del turismo es un futuro de mayores incentivos, valores y actividades de recuperación y ocio, que exige un empleo más cualificado, porque la calidad, que es el gran reto, así lo demanda. Por otra parte, los cambios climáticos que se anuncian están exigiendo compromisos y protocolos más preocupados por el medio ambiente y el tratamiento de los residuos, asuntos en los cuales el turismo, bien concebido y ordenado, puede ayudar bastante; en concreto, al logro de una mejor recuperación medioambiental, dado que la naturaleza es ya un notable activo turístico.

Por último, en cuanto a la acusación de baja competitividad y productividad, aunque la situación no sea la mejor no se puede desconocer que España, desde el año 2000 hasta la actualidad, ha visto crecer sus exportaciones de manera asombrosa, hasta duplicarlas, y ha alcanzado una media acumulativa anual de crecimiento del 4,5%. Por tanto, ¿cómo puede ser posible que se critique con tal ardor nuestros resultados? Solo mejorando competitividad y productividad se ha podido crecer en el volumen de exportaciones y en la internalización de nuestra economía tal como se ha hecho en los últimos años.

Todos estos argumentos llevan a la conclusión de que es compatible la industrialización y el turismo, que no son, ni muchos menos, antagónicos. Desde luego, hay aún muchas mejoras posibles en la industria del turismo, lo que le permitiría, por cierto, incrementar en al menos dos puntos su contribución al PIB. Sin embargo, para conseguir la eficiencia que el turismo español puede y debe alcanzar, hemos de apoyarnos en un mayor conocimiento de los objetivos y, por encima de todo, interpretar adecuadamente cuáles han de ser las políticas y estrategias que se han de incorporar. Pero esa es otra historia.

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