Un centenar de carteristas disparan los hurtos en Barcelona
Un centenar de carteristas disparan los hurtos en Barcelona
“Cuando las cosas iban bien, los aplausos eran compartidos. Ahora que no van bien, cada uno tiene que asumir y analizar su parte de responsabilidad”. La reflexión es de un responsable de los Mossos y tiene que ver con lo que ha pasado en Barcelona este último año, sobre todo en elúltimo semestre de este complejo 2017 recién terminado. El año se ha cerrado con un incremento de los delitos contra el patrimonio que rondará el 8%. Una gran y preocupante subida de los robos que rompe con la contención, incluso descenso en algunos momentos, de los últimos años. Y como siempre que se analizan las estadísticas de los robos en la capital catalana, hay que saber que los hurtos representan casi el 70% de esos delitos. Por tanto, otro titular es que los hurtos o robos al descuido, sin intimidación ni violencia, se han vuelto a disparar. Ya ha pasado otras veces, pero ahora son diferentes las circunstancias que lo han motivado. No hay un único elemento que justifique el incremento. Al contrario, que los hurtos se hayan descontrolado responde más a un concatenación de hechos y causas. Diferentes interlocutores policiales consultados por este diario han analizado esas causas. No se les cita con nombres y apellidos para preservar la identidad de las fuentes.
Desde agosto, en cuanto el corazón de la ciudad recuperó su pulso tras la dolorosa herida abierta por el terrorismo yihadista, desembarcaron literalmente varias baterías de ladrones chilenos y peruanos que están arrasando en la ciudad, especialmente en los vagones del metro. Los investigadores calculan que hay casi un centenar. Hasta que lograron identificar el fenómeno pasaron unos meses. Y para tratar de combatirles y prevenir mejor sus acciones, se está elaborando un informe que analiza cómo trabajan y si es casual que todos estos ladrones llegaran casi al mismo tiempo. Son muy discretos, no provocan ningún tipo de alarma social y es muy difícil identificarlos o sorprenderlos in fraganti en los vagones cuando actúan.
Se está elaborando un informe que analiza cómo trabajan y si es casual que todos estos ladrones llegaran casi al mismo tiempo
En estos momentos este centenar de delincuentes multirreincidentes sudamericanos es mucho más activo que en los últimos tiempos fueron las rumanas o las búlgaras y bosnias que el año pasado se centraron en los robos al descuido en el interior de los establecimientos comerciales.
Ese no es el único informe que se está elaborando. En los últimos tres meses, tras el referéndum del 1 de octubre, la ciudad de Barcelona ha sido escenario de decenas de manifestaciones, concentraciones y actos que han reunido centenares de miles de personas. También eso ha influido. Se están analizando todas las denuncias de los robos en esas fechas señaladas para averiguar si, como se sospecha, las aglomeraciones tuvieron como consecuencia un efecto llamada sobre determinados delincuentes.
Y faltan mossos. Eso no es ninguna novedad. Pero hay que añadir otra afirmación, faltan mossos y faltan guardias urbanos patrullando en las calles de Barcelona. Este año, por fin, se firmó la promoción de 500 nuevos policías de la Generalitat, pero hasta el año que viene no se podrá contar con ellos. Al déficit acumulado tras demasiados años sin promociones, hay que añadir que a las ya escasas patrullas de seguridad ciudadana de los distritos se les encomiendan servicios más vinculados con el actual contexto político que con prevenir el delito. Por ejemplo, desde el 1 de octubre hay vigilancia estática, fija, las 24 horas, en un interminable listado de edificios públicos que antes no se custodiaban. Cada una de esas vigilancias requiere seis policías, tres turnos. Sin contar los dispositivos de todas esas concentraciones antes citadas y que absorbían patrullas de seguridad ciudadana.
Las múltiples manifestaciones multitudinarias que ha acogido la ciudad también han influido
Tampoco se puede obviar que los planes antiterroristas han acaparado buena parte de los servicios extraordinarios del cuerpo. Prevenir atentados ya era una prioridad antes de los atentados de la Rambla. Tras las acciones terroristas toda la estructura policial se volcó aún más en la respuesta. Fue una decisión lógica, pero comportó que otros servicios, de la seguridad ciudadana o prevención de la violencia machista, se hayan resentido.
Hay distritos de Barcelona que algunas noches no tienen ni un solo coche patrulla en la calle. Y más de una noche, de dos y de tres. Esto es así. Pero también hay que contar que el modelo de seguridad de la ciudad es compartido con la Guardia Urbana, para lo bueno y para lo malo. Y la policía municipal sufre un déficit sin precedentes de uniformes en las calles. No precisamente en la Rambla o los puntos más visibles de Barcelona, sino de todo el resto. Las jubilaciones, la segunda actividad y quizás también un frenazo institucional al proyecto de la futura Guardia Urbana que se quiere para la ciudad provocan este fenómeno. Y pasa algo más que no es banal. Ambos cuerpos sufren uno de los momentos más complicados de su convivencia. No hay buena relación. Los acontecimientos del 1 de octubre crearon una brecha y una herida que duele. Cada uno lo cuenta a su manera, pero los Mossos esperaban otra actitud de parte de los mandos de la policía municipal sobre la interpretación de los hechos de aquella jornada.
Apenas hay dispositivos conjuntos. El de los manteros se organiza cuando hay agentes disponibles, pero falta en las mesas de coordinación policial más liderazgo e impulso. Nadie puede negar que han tenido que influir los últimos acontecimientos en el estado general y anímico de los policías. El cuerpo se ha resentido emocionalmente. El mayor Josep Lluís Traperolideró una transformación sin precedentes en la historia de los Mossos, a los que puso en el mapamundi con la gestión de los atentados. Su imputación y destitución provocaron un terremoto interno que su silencio y la llamada a la lealtad a los nuevos mandos logró calmar. Pero tanto él como la intendenta Teresa Laplana están imputados, y un número indeterminado de mossos serán citados a declarar en los distintos procesos abiertos a raíz de las votaciones del 1 de octubre. En dos meses pasaron de recibir flores de ciudadanos anónimos a que determinados sectores les cuestionaran duramente. Cómo ha repercutido ello en el día a día será difícil de cuantificar, pero anímicamente el golpe ha sido tremendo.